Hambre en Sahel: «Si la niña se muere, pues se muere»

MAURITANIA.-

(J. M. C.)

El hambre ha llegado a Mauritania antes y con más fuerza de lo habitual. Hay sitios donde ya no quedan reservas de comida. Más de un millón de personas, casi la tercera parte de la población, están en riesgo de sufrir una emergencia humanitaria. En todo el Sahel, son unos 11 millones en peligro y se calcula que ya este mes de abril más de dos millones y medio de niños podrían sufrir algún tipo de malnutrición, lo que perjudica a su desarrollo y les afecta durante toda su vida. Si no se actúa ya, advierten los cooperantes en el terreno, y si las lluvias previstas entre julio y octubre llegan tarde o no llueve lo suficiente, la situación podría acabar siendo una catástrofe.

La situación es excepcional a pesar de que el hambre visita Mauritania todos los años. Los agricultores suelen agotar sus reservas de cereales y otros alimentos en junio y las familias lo pasan mal hasta septiembre, cuando comienza la principal cosecha del año. Durante estos meses, la gente pasa de tres comidas diarias a dos, o de dos a una, y además no consume carne o leche. Los hay que emigran a las ciudades o a otros países en busca de cualquier trabajo que permita enviar algo de dinero a casa.

«Pero este año está siendo muy difícil. Va a ser realmente una catástrofe, es peor que en 2009», asegura con preocupación El Houssein Ou Gnilal, alcalde de la comarca de Bokol en la misma región.

Más hacia el interior, en el pequeño poblado de Bethieck El Aly, donde viven unas 350 familias, la situación es peor. «Sólo comemos arroz, todos los días sólo arroz, es por eso que los niños se ponen enfermos», dice Abdullah Ould Salem, el jefe del poblado. «No hay leche y no hay nadie que venda carne, las mujeres intentan dar leche materna pero no hay leche, no funciona», se lamenta Salem.

Sentada cerca de él y envuelta casi totalmente en un vestido azul, Masouda Mint Abdy tiene a sus pies a uno de sus nietos, Voyly Mint Ousman, que mira a su alrededor con mucha seriedad. Voyly tiene 3 años y sufre de malnutrición. Salem, el jefe del poblado, dice que durante los últimos años no había niños «enfermos como éste». La madre de Voyly se fue a Nuakchot en busca de trabajo y el jefe dice que, en total, unas 100 personas de este poblado han emigrado debido a la crisis.

Sin embargo, sí se ven gallinas y alguna vaca por entre las pequeñas viviendas de barro. Salem admite que de vez en cuando sí matan algún animal para comer. «¡Pero si matamos un cordero al día se nos van a acabar!», y añade que hay familias que quieren vender los animales para obtener algo de dinero pero que nadie quiere comprarlos.

De vuelta en Sélibaby, la capital de la región de Guidimakha, Djeinaba Diallo, la jefa de la base de ACH, lo describe gráficamente: «La mamá de una niña con malnutrición severa no quería llevar la niña al centro. Fuimos a su casa y le dijimos: ‘Si no la traes, la niña morirá’. Y ella nos dijo: ‘Bueno, mi padre ya no está (murió), mi madre ya no está, tengo siete hijos y estoy embarazada: si esta se muere, pues se muere'».

Finalmente, esta mujer, Mounina Mint Mohamed Mahmoud, sí aceptó que trataran a su hija, Sadio Mint Ahmed, que llegó al centro de nutrición de Sélibaby a principios de febrero. «Estaba como muerta, yo no pensaba que se fuera a poner bien, antes no jugaba pero ahora está todo el tiempo jugando con los demás niños», dice hoy con una sonrisa la madre.

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La sequía fue la chispa que hizo prender la crisis en el Sahel, pero a su lado hay toda una serie de factores que han creado una verdadera tormenta perfecta que ha puesto a toda la región al borde del precipicio.

La amenaza terrorista de grupos como el nigeriano Boko Haram y la rama de Al Qaeda en el Magreb redujeron el comercio y la inversión en la región. Esto, unido a las malas cosechas y la especulación alimentaria, contribuyó a aumentar el precio de los cereales, que ahora están entre un 60% y un 85% más caros de la media de los últimos cinco años. Además, otros conflictos regionales y la propia crisis económica en Europa y Estados Unidos ha conllevado una reducción de las remesas que envían los que emigraron.

El conflicto tuareg y el golpe de Estado en Malí han complicado la situación en este país. Unas 200.000 personas han huido de sus hogares, poniendo más presión allá donde de mejor o peor forma han podido instalarse.

JOSÉ MIGUEL CALATAYUD/ ELPAÍS

 

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