CRÓNICA: Una Tarde junto a los Estudiantes Venezolanos encadenados en Chacao
CRÓNICA.
No fue difícil encontrar un lugar para estacionar el carro, solo a una cuadra y media del lugar en donde 51 estudiantes permanecen encadenados exigiendo al gobierno venezolano la verdad sobre el actual Mandatario Nacional, Hugo Chávez Frías, la vida parece seguir su ritmo normalmente. Un señor de mediana edad paseaba a su perro Golden Retriever, mientras una doña disfrutaba de un “contodo” sentada en un desgastado taburete de madera, frente un puesto de Perro Calientes minado de salsas de todas las clases. En las adyacencias de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura del Tribunal Supremos de Justicia, la gente iba y venía motivada por el olvido de un país de andares indefinidos.
“Mira ahí, llegaron los chavistas”, escuché decir a una señora. Se trataba de un pequeño grupo de afectos al gobierno que se había ubicado justo en la esquina que da con un reconocido banco estatal venezolano, sus banderas no eran más que camisas rojas y uno que otro afiche que mostraba el rostro del presidente venezolano. Las consignas que hacían eco en las formas de los carros que circulaban por la Avenida, eran improvisadas. “Hay que estudiar, hay que estudiar”, “Yo soy Chávez”, “Chávez los tiene locos” y la muy conocida “Uh ah, Chávez no se va”, se expandían en el aire como símbolo de provocación al grupo de estudiantes que tiene más de 8 días encadenados a dos postes como medida de protesta. Al cabo de unos minutos, y con el incansable bailoteo al ritmo de una música inexistente de Marlene Venegas, la “Caperucita Roja venezolana”, ningún conductor hizo ademán de apoyar a los de rojo, salvo por una camioneta Chevrolet blanca cuyos vidrios abajo evidenciaban a dos jóvenes muchachas vitoreando a los manifestantes chavistas.
A medida que se caldeaban los ánimos entre los acompañantes de los estudiantes y los recién llegados, mi cámara fotográfica era el portal de almacenamiento de cada momento. Me tomó por sorpresa el joven alto de camisa verde oliva que hacia señas con sus manos para llamar mi atención, con la intención de que lo fotografiara a él y no a su compañero, esto, al momento en el que descubrí que también ellos me fotografiaban. Mientras tanto, los policías de Chacao se apresuraban a formarse en una línea de protección hacia los estudiantes, repitiendo una y otra vez sus limitaciones para actuar, a los representantes de los jóvenes. La situación era cada vez más tensa. Señoras de mediana edad insistían en preguntar a los chavistas si ellos habían votado por el vicepresidente Nicolás Maduro o si sabían del paradero del presidente de la República, y en ese preciso intercambio de argumentos gritados, solo se oía bullicio, entre la rabia de unos y la burla de otros, solo había eso, bullicio y falta de entendimiento.
Algunos manifestantes y acompañantes de los estudiantes decidieron que era momento de “mediar” con los que no paraban de inventar y reinventar consignas. Una joven que vestía la famosa gorra tricolor símbolo de la oposición venezolana desde la campaña electoral de Henrique Capriles Radonski, le decía a un hombre de ideología contraria a la suya, que sus zapatos eran demasiado costosos para que los estuviera usando un socialista, y ponía en duda su cualidad de estudiante, mientras éste le respondía que ella no tenía idea de quién era él y qué grado académico había alcanzado. Así fue, como entre gritos y frases acusadoras, fueron pasando los minutos.
Algunos miembros motorizados de la Policía Nacional Bolivariana se hicieron presente para dar apoyo a los de uniforme que ya se encontraban en el lugar, un joven transeúnte exasperado, le gritaba a las doñas partidarias de los estudiantes que con ellas era imposible el entendimiento, que la burguesía no era pueblo y mucho menos llegaría a ser gobierno, a lo que una de ellas respondió dándole la espalda al vendedor de «perros» que le atendía, que ella era de Catia, y que estaba lejos de ser burguesía. Un señor de bigotes insistía en repetir que Chávez estaba bajo tierra.
Entradas las seis de la tarde, los estudiantes, con mano en el corazón, cantaron el Himno Nacional. Entonaron el “Abajo Cadenas” con sus muñecas entrelazadas en cadenas y sus manos cerradas en puños de coraje. Y ahí seguía la “Caperucita”, con corazón de su patria y cara de Chávez en mano, bailando indiferente a lo que pasaba a su espalda.
Los estudiantes siempre encadenados, pedían a otros que corrían el riesgo de perder la paciencia entre debates mediatores, que no malgastaran el tiempo. Freddy Guevara, líder del partido Voluntad Popular estaba en el lugar esa tarde, intentó siempre mantener la calma y cordialidad entre los presentes. Pero los curiosos, en su mayoría luciendo rostro incrédulo, insistían en hacer frente a los chavistas. Insistían, insistían mucho en preguntarles dónde estaba el comandante, pero nunca hubo respuesta a tal pregunta. Un grupo de 7 niños pasó entre la manifestación gritando consignas a favor del presidente y fue solo cuando lograron salir del conglomerado, que uno de ellos se atrevió a gritar “Chávez está muerto”, mientras una niña que le seguía le reprendía verbalmente “¿Estás loco?, ¡Camina!”, y así, se marcharon entre risas.
Me acerqué al grupo de personas -en su mayoría chavistas- que se encontraban en la esquina de la calle con la intención de retomar el hilo del debate entre la joven de gorra tricolor y el joven de camisa roja y mirada estampada de Chávez, pero seguían en lo mismo, puesto que alcancé a escuchar un repetitivo “¿Y tú eres estudiante?” Fue solo entonces cuando la voz de orden proveniente de un radio tipo Walkie Tokie llamó mi atención, un robusto y no tan joven hombre dijo inmediatamente a los suyos “Nos vamos muchachos”, y así, como por arte de magia, todo fue bajando intensidad.
Sucumbía el rojo del atardecer ante la inminente noche, mientras uno a uno y sobre dos ruedas se iban yendo los efímeros manifestantes, decidí que era momento de partir, por lo que caminé media cuadra hasta donde estaba el carro estacionado, nada parecía haberse inmutado demasiado tras lo sucedido, solo que, a unos pocos metros de donde ahora me encontraba, la misma camioneta Chevrolet blanca que una hora antes había pasado animando a los chavistas, les esperaba pacientemente, motocicleta tras motocicleta, para devolverlos a su lugar de destino. Risas y refrigerios les acompañaban en la espera.
A lo lejos, el sonido de una cacerola se escuchaba aún entre las nubes.
Por Giuliana Ippoliti / Factor Internacional.
05/Marzo/2013.- 10:00 Hrs.
Que buena crónica Giuliana y que valiente, cuando leí me trasladé hasta el lugar de los acontecimientos, menos mal que no cayeron en provocaciones y los estudiantes fueron respaldados por el Pueblo. Felicitaciones Giuliana.