LOLY GARCÍA: «Reencarnación»
OPINA UNA VENEZOLANA.
Por Loly García.
Como siempre: tampoco soy versada en religiones, sin embargo nada me interesa más que entenderlas para entendernos. Acercarnos a la historia de las religiones, epistemología, el entorno histórico en que cada una tuvo su origen, sus evoluciones (o involuciones), sus mezcolanzas, esa suerte de influencia romana que intentó absorber lo mejor de todos los dioses, usos, abusos, trasfondos e intereses en muchas de ellas, hará que nos entendamos los unos a los otros. Podría ser un intento de entendimiento global, estoy segura que al darnos cuenta que todos comenzamos creyendo en el sol…cambiará nuestra óptica del otro.
Nada funciona fuera de ellas. Los laicos, los escépticos, los ateos, los agnósticos, han hecho lo posible por mantenerlas a raya, sin embargo, los ilustrados saben que luchar contra ellas es perder humanidad. Todo Estado debe atenerse y lidiar con ellas (para algunos estados ese es el verbo) o cogobernar con ellas (para otros: si no puedes…úneteles) gobernar a través de ellas y los estados más sabios pues participan, conviven o simplemente respetan. La mejor prueba de que nada funciona fuera de ellas (de las religiones) es China comunista. Para aquellos que no creen en el Efecto Mariposa pues, permítanme recordarles que en 1959 la China Imperialista y dominadora invadió Tíbet y pocas fueron las naciones que protestaron aquel atropello, 54 años después esas naciones que guardaron silencio… hoy son invadidas por China. Tal vez ya no invaden con bayonetas y tanques, pero apoderarse de las riquezas de otras naciones con el consentimiento de sus gobernantes se parece, en demasía, a lo ocurrido al Tíbet. ¿La diferencia? Tíbet resistió y sigue resistiendo.
Los budistas creen en la reencarnación. A mí las matemáticas no me dan como para creer en verme convertida en un gorrión, pero respeto esa posición, y es que tampoco puedo demostrar lo contrario. Lo abstracto solo tiene sentido cuando se piensa con algo más que con el dúo estomago-ano. También tienen un guía espiritual, como toda sociedad, creyente o no. Un guía siempre es necesario, si no lo creen, observen a los hogares que carecen de un padre o una madre, observen a las grandes empresas ¿verdad Mr. Gates? Los budistas siguen a un Dalai Lama (también a varios otros Lamas menores, todas las religiones se organizan más o menos en cascada), asilado en La India desde que los chinos decidieron quemar sus aldeas, sus libros, su pensamiento. Cuando el actual Dalai Lama muera (los chinos esperan este momento con fervor) reencarnará en un niño budista (igual a como él fue elegido por su antecesor) y continuará el círculo de vida.
El Dalai puede reencarnar en cualquier niño, la única condición es que ese niño, obviamente, sea budista y sea niño (es una religión con muchas buenas prácticas pero no es perfecta). Ese niño puede vivir en cualquier parte del planeta, solo que hasta la actualidad siempre se ha encontrado, casualmente, dentro de los confines del Tíbet. Los budistas y sus Dalai no le hacen daño a nadie, al contrario, son ejemplo de ecología y preservación del planeta en su más pura expresión.
Pero los chinos desconfían. Saben que mientras suspire el último budista tibetano, y mientras tengan un líder espiritual que los guíe, sabrán que el Tíbet no es territorio chino. ¿Solución? Prohibido reencarnar por decreto del sacro imperio chino. La religión budista es la condición intrínseca a la nacionalidad tibetana y para mayor fortuna son pacifistas. El Dalai Lama envejece (tiene 72 años) y con toda seguridad, en contraposición a un caudillo, morirá (por cierto, morirá fuera de su amado Tíbet) y reencarnará en otro niño para seguir guiando al pueblo hacia el nirvana.
Prohibir algo tan abstracto como la reencarnación es, de facto, creer en ella, aceptar que algo tan sublime es posible “me obliga” a controlar a todo posible sucesor (¿la palabra Herodes les dice algo?) y en definitiva, toda reencarnación debe ser controlada para acabar con toda oposición. Desde hace 54 años siguen naciendo niños en Tíbet, bien podrían haberse convertido en ciudadanos despojados de alma y corazón, pero esa inmensa fe en otra vida mejor no la han podido doblegar los chinos.
Para mí Tíbet es más que una moraleja, más que un suceso en la historia de la humanidad, más que monjes inmolándose gritando ¡libertad! Tíbet somos todos ¿nunca se nos ocurrió mirarnos en ese espejo? ¿Qué pasaría si algún día no podemos seguir pagando esa deuda? ¿Harán lo mismo que le hicieron al Cabito?, ¿apuntarán sus cañones hacia Puerto Cabello?
01/Abril/2013 – 20:20 hrs.