Bangladesh: El terror del Capitalismo

FACTOR REPORTAJE. 

Dewereldmorgen // Bélgica. – Vijay Prashad.

El 24 de abril de 2013 se derrumbó un edificio, donde tres mil trabajadores textiles se encontraban trabajando, un día después que el gobierno de Bangladesh había pedido la evacuación del mismo. Los propietarios del edificio Plaza Rana ubicado en el distrito de Savar de la capital Dhaka se dedican a producir ropa para las multinacionales occidentales que prefieren fabricarlas con algodón del sur de Asia que luego es manufacturado en las máquinas de Bangladesh, para seguir manteniendo en su poder el comercio minorista en el oeste, con mejores indices de competitividad.

Nuestra marca de ropa

Los nombres de famosas marcas fueron cosidos aquí, al igual que la ropa colgada en los bastidores del Wal-Mart. Los equipos de rescate contabilizan en el momento que escribo esto, a más dos mil personas heridas, mientras que trescientas ya se han confirmado fallecidas. 

Hacemos bien en recordar que el número de muertos en la fábrica de Triangle Shirtwaist en Nueva York en 1911 fueron ciento cuarenta y seis. La cifra de muertos en Bangladesh es dos veces más alta. Este accidente se produce cinco meses (24 de noviembre 2012) después de la fábrica de ropa Tazreen quemada en el que murieron al menos mil doscientos empleados.

La lista de accidentes es larga y dolorosa. En abril de 2005 se derrumbó otra fábrica de ropa en Savar en la que setenta y cinco personas murieron. En junio de 2010 se derrumbó en Dhaka un edificio, dejando veinte y cinco muertes.

Las fábricas de la globalización

Estas son las fábricas de la globalización en el Siglo XXI – hangares mal construidas para un proceso de producción  centrado en largas jornadas de trabajo, falta de equipos y trabajadores cuyas vidas están subordinadas a los intereses de la producción rápida y barata.

Cuando escribió sobre el sistema de fábrica en Inglaterra del siglo XIX, Karl Marx señaló: «En su ciega pasión, los hombres lobo con imparable hambre de trabajo excedente, entra en el capital no sólo de la moralidad de los pies, sino también los límites máximos físicos de la jornada de trabajo. Se aspira el tiempo necesario para el crecimiento, desarrollo y mantenimiento sano del cuerpo. Se roba el tiempo necesario para el consumo de aire fresco y la luz del sol … Lo único que importa es simplemente la cantidad máxima de trabajo que se puede convertir en un día». (Karl Marx, El Capital)

Estas fábricas en Bangladesh son parte del paisaje de la globalización, que también se encuentra en las fábricas a lo largo de la frontera México-Estados Unidos, en Haití, Sri Lanka y otros lugares que abrieron sus puertas para permitir el uso astuto de la nueva producción y el comercio desde los años 90.

Prisiones trabajo

Suprimidos los países, los patriotas no tendrían que luchar por sus ciudadanos o no tendrían objeción al debilitamiento a largo plazo de su sistema social, por eso, se dio la bienvenida a las marcas de ropa. Los grandes productores de prendas de vestir ya no querían invertir en empresas – se dirigieron a los subcontratistas, que ofrecen márgenes de beneficio muy estrechos y los obligaron a hacer funcionar sus fábricas y prisiones de trabajo.

Este sistema de subcontratación permite a los propietarios de las grandes empresas sacar enormes beneficios del sistema, lo que en consecuencia se traduce como la fabricación de productos muy baratos infectados con el sudor y la sangre de los trabajadores de esas pequeñas fabricas pertenecientes al sistema de subcontratación. Dicho sistema  dejó a los consumidores occidentales grandes margenes para poder comprar inmensas cantidades de bienes de consumo sin mostrar ninguna preocupación por los orígenes laborales de dicha producción. 

De vez en cuando había una explosión de sentimiento liberal en contra de tal o cual empresa, pero no se consideró la forma en que estas marcas de ropa fabricaban sus productos como anormal.

No se escucharon las protestas

Las personas que trabajan en Bangladesh no son tan pasivos como los consumidores en Occidente. Miles de trabajadores de la zona industrial de Ashulia en Dhaka protestaron por salarios más altos y mejores condiciones de trabajo. En junio de 2012, los trabajadores de cien fábricas bloquearon la carretera de Dacca a Tangali en Narasinghapur, como forma de protesta.

Estos trabajadores ganan entre 27 a 53 euros al mes (en moneda local). Querían un aumento de 15 a 19 euros por mes. El gobierno envió tres mil policías a la zona para «proteger» y evitar focos de violencia. El primer ministro aseguró sin sentido que tomarían cartas en el asunto. Un comité de tres hombres sabios se estableció para mediar, nada ha funcionado.

Con plena conciencia de la inutilidad de las negociaciones con un gobierno que siguen plenamente la lógica de las principales empresas de confección, Dacca ha entrado en erupción en violencia, mientras más y más información acerca del edificio Plaza Rana sale a la luz. Los trabajadores se han volcado a las zonas industriales alrededor de Dhaka, bloquearon carreteras con partes de carros chocados. La indiferencia de la Asociación de Fabricantes de Prendas de Vestir de Bangladesh (BGMEA) ha lanzado más leña al fuego de los empleados.

No se trata de los bajos salarios, las huelgas son «el problema»

Después de las protestas anteriores, en junio de 2012, Shaful Islam Mohiuddin, (el jefe de la Asociación de Fabricantes de Prendas de Vestir de Bangladesh) acusó a los trabajadores de gestionar «alguna conspiración» en su contra.  Sostuvo que «no hay razón lógica para aumentar los salarios de los trabajadores.» Recientemente sugirió  Atiqul Islam, el nuevo jefe de la BGMEA, que el problema no es la muerte de los trabajadores o de las pésimas condiciones de trabajo que tienen que trabajar, sino de «la interrupción de la producción debido a la acción y las huelgas». Estas huelgas, según él, sólo eran «una feroz batalla por el sector de la confección». No es de extrañar que los que iban por la calle tengan tan poca confianza en estas sub-contratistas y el gobierno.

Los intentos de extraer el aguijón de la explotación se ven frustrados por la combinación de la presión del gobierno y de los beneficios que tienen debido a dichas fabricas. Los derechos valiosos que se esconden en las leyes laborales de Bangladesh están deshabilitados por el bajo nivel de ejecución de las inspecciones departamentales del Ministerio de Trabajo. Hay sólo dieciocho inspectores e inspectores auxiliares para comprobar en el área amplia alrededor de Dhaka, donde se encuentran la mayoría de las empresas de ropa (unas 100.000 fábricas) si hay una infracción, y aún habiéndolas, las multas son demasiado bajas para imponer reformas.

Los trabajadores que tratan de establecer los sindicatos, reciben respuestas tan brutales de los administradores, que son suficiente para socavar cualquier esfuerzo en la lucha de los derechos laborales. Estos gerentes prefieren los estallidos de violencia anárquica sobre la expansión gradual del poder obrero. Incluso el gobierno de Bangladesh ha llegado al extremo de crear una organización de Gestión de Crisis y ha establecido una Policía Industrial para espiar a los empleados.

En abril de 2012, agentes de los servicios de Aminul Islam, secuestraron a uno de los principales organizadores del de las protestas de los trabajadores en Bangladesh, quien fue encontrado muerto a los pocos días, su cuerpo estaba lleno de cicatrices de tortura.

En Bangladesh los gritos de las protestas de los últimos meses son consecuencia de la propia historia del país – la terrible violencia que los luchadores por la libertad fueron sometidos en 1971 (el autor se refiere a la lucha por la independencia de ese período, cuando Bangladesh era Pakistán Oriental todavía) o el accionar de Jamaat-e-Islami (escuadrones de la muerte paramilitares), que provocaron que miles de personas huyeran de la capital Dhaka.

Las protestas que ahora colman las calles de la capital por ahora parecen solo estar solo siendo seguidas por espectadores bastante desinteresados por el terror cotidiano contra los trabajadores del sector de la confección. El «accidente» con la construcción del edificio Plaza Rana sería tal vez una chispa progresiva de un movimiento de protesta que hasta ahora siempre ha sido ignorado y reprimido. 

Mientras tanto, occidente mantiene intacta la obsesión estrecha con la guerra contra el terrorismo y la recesión económica que está pesando seriamente en un estilo de vida que está completamente basado en el consumismo de la deuda financiada a costa de los trabajadores de Dhaka.

Los que murieron en el edificio de Plaza Rana no son sólo víctimas de los delitos de los subcontratistas. Son las víctimas de la globalización del siglo XXI.

Traducción del Flamenco al español Giuliana Ippoliti.

30/abril/2013. – 13:00 hrs.

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